viernes, 25 de julio de 2008

LO SIENTO CHINO, PERO ERES PICHICORTO




A mí no me gusta nada chulear, no soy como otros, como Patxi Irurzun (no olvidemos nunca que este blog se escribe para librar a la humanidad de la literatura infame de ese acomplejado que intenta demostrar que la tiene más larga que yo ), y si escribo aquí de vez en cuando mis andanzas en el mundo del porno es para que de vez en cuando os distraigáis haciéndoos una manolas. Pero lo cierto es que cada día recibo entre 200 y 300 visitas. Tampoco soy gilipollas, llevo ya mucho tiempo en este mundillo de las guarreridas, y sé que la mayoría entran en la página para mirar las fotos o tras teclear polla en el gogle, pero también hay unos cuantos a los que se les pone bien dura leer cómo enculo a la walikiria o mi negraza me chupa el nabo como si se estuviera comiendo un calipo. Algunos incluso dejan comentarios, como Kapuyito de alhelí, una perturbada de Fuengirola que está convencida de que se acostó conmigo una vez, será en otra vida, da igual, parece buena gente y a veces me manda a mi correo personal unos dibujos que si pones que los ha firmado Picasso cuela, como hay dios que cuela; yo la verdad es que a veces ni miro los comentarios, me limito a echar mis ñordas al blog y me da igual si otros se ponen a olisquearlas, allá ellos, pero un día, Pepepe , un amigo que tengo y que es de puta madre, me dijo que había un chino yonki de esta página, y yo me puse a mirar y en efecto, había dejado un huevo de comentarios, lo malo es que no se entendía nada, porque estaban escritos en mandarín y yo me lié a borrarlos, porque una cosa es que yo sea algo dejado con el blog y otra que me lo pongan hecho un asco... Hasta ahí todo normal, pero al cabo de unos días resulta que llaman al timbre, dindon, y apararece una flor de loto, un chino algo amanerado, con un clavel en la boca, joder cómo andan los chinos, ya no saben cómo ingeniarselas para que les dejes una propina, me digo, y me pongo a cerrar, no, el arroz tres delicias será para otro, pero el chino me mete el pie en la puerta, y cuando se lo pillo en vez de un ¡ay! de su boquita de piñón sale un ¡Dick Grande!, y empieza a hablar como si fuera de Cuenca, soy tu fan número uno, espero cada una de las entradas del blog como agua de mayo, me pongo berraco perdido, tenía muchas ganas de conocerte, no me preguntes cómo he te he encontrado, lo único que quiero es hablar un poco contigo, y que me digas algo, ¿tú crees que yo puedo ser una estrella del porno como tú? (bueno, como tú, no, no se si te has dado cuenta de que a mi me gustan los hombres, y lo que quiero triunfar en el cine gay, seguro que tú conoces a alguien que puede enchufármela, uy digo enchufarme) , me dice el chino, y ni corto ni perezoso se baja los pantalones y se queda en pelotas, hostia, pienso yo, pero si tiene tres huevos, pero rápidamente me doy cuenta de que también le falta la polla, ah, no, joder, es que eso del medio ¡es la polla!. Así que antes de que la cosa vaya a más, le digo, anda lárgate de aquí, Fumanchú, con esa picha no vas a ninguna parte, y él, no puedes hacerme esto, Dick, te amo, puede que yo esté loco, pero loco de amor por tí, y quiero que me ajustes los tornillos con tu blakandeker, aunque sea solo una vez, no ves lo que me has hecho, ¿no has leido mis mensajes?, los escribo así porque cada vez que pienso en ti se me va la olla, me salen signos raros, me has vuelto completamente majareta, y hasta que no me metas tu pollón por el culo y me salga por la boca, no voy a vocalizar correctamente...
-¡Que te vayas a tomar por culo de aquí, hombre!- le corto yo finalmente, vale que sea fan mío, pero no tengo porque aguantar a ningún pesado, si he aprenddido algo a lo largo de mi vida es que hay que evitar a la gente que te hace perder el tiempo, se puede ser de todo menos pelma, que decía el otro, y yo ya estoy hasta los cojones de que en los bares se me peguen todos los tíos raros...
El caso es que finalmente le estampé la puerta al chino y me olvidé de él. Pero unas semanas después, Pepepe me escribe diciéndome que a ver que le he hecho al pobre chino, que no sabe como pero se se ha enterado de que soy colega suyo y se le ha metido de okupa en el piso, y le quita el ordenador, vuelve a escribirme mensajes desde él, y como yo no le contesto, ha amenazado con suicidarse, de momento solo se encierra en el baño a llorar y se bebe los botes de champú, y Pepepe que es una bella persona dice que eso lo puede aguantar, es muy gracioso ver salir burbujitas de su boca cada vez que habla, y además cocina una ternera con bambú para chuparse los dedos, pero que como no haga algo el chino cualquier día de estos hace una locura, se agujerea el pito con la taladradora, y además, que Pepepe está ya cansado de dormir con un tapón en el culo, el chino tendrá la picha corta, pero es mu fogoso y ha intentado ya abusar de él varias veces.
Pues óyeme, Pepepe, y tú también Fumanchú, yo lo siento mucho, pero no puedo ayudarte, serás muy fan mío, pero eres pichicorto y en el mundo del porno eso no se perdona, no se si es justo o no, da igual, eso es lo de menos, lo que ya no te perdono es que eres más canso que un cuto en brazos. O sea, que no vuelvas a dejarme uno de tus putos mensajes cifrados, porque entonces voy a ser yo el que va a matarte, voy a ir a buscarte a casa de Pepepe, que es un santo y no tiene culpa de nada, y te voy a sacar de ahí a patadas en el culo, igual hasta te gusta, cabrón.

domingo, 20 de julio de 2008

Una walkiria en bolas en el balcón

Siete de julio, San Patxín


Pero, Patxi, hombre, a qué punto vas a llegar, regalando tus libros a cambio de una reseña, una columnita... Y lo de la entrevista del otro día en Radio Euskadi, media hora para ti solito en el Grafitti, se ve que todo el mundo está de vacaciones, porque si no, no lo entiendo. Bueno, ahí va el artículo de Barrueco. Lo mejor lo de los efluvios de las páginas que desprenden tus libros. Muy bueno, Barrueco, yo no lo podría haber descrito mejor.

Siete de julio. José Ángel Barrueco

Siete de julio, San Fermín. El día grande de las más grandes fiestas de Navarra y de las más populares del mundo. Reconozco que nunca he estado en Pamplona, al menos que yo recuerde (los viajes que uno hace de niño no suelen contar, porque la memoria los aleja en seguida). Todo lo que sé de los encierros y las fiestas se debe a la retransmisión televisiva de los Sanfermines, que a veces vi por insistencia de mi familia, en los viejos tiempos, cuando querían mostrarme algún personaje habitual de las carreras o una cogida grave o una de esas caídas multitudinarias que suelen provocar los guiris beodos y rojos como cangrejos. Porque ni siquiera he leído la “Fiesta” de Ernest Hemingway, aunque la tengo en mi biblioteca y cualquier día de estos la leeré. También sé algo de los Sanfermines por una película mala y muy polémica y célebre en su día: “La trastienda”. Yo la veía porque, entonces, María José Cantudo protagonizaba unos despelotes polémicos que, sin embargo, vistos hoy, parecen de Walt Disney: se ven desnudos más atrevidos en algunos telefilmes de sobremesa de Antena Tres. Pero, como suele decirse, eran otros tiempos. Veías “La trastienda” para cazar seno y, al final, de lo único que disfrutabas era de la parranda que retrata la película, supongo que fielmente. Tíos borrachos, bailes y parrandas, muchedumbre con ganas de juerga, chicas descocadas. Y recuerdo el encierro que aparece en “Cowboys de ciudad”, hecho a la manera de la comedia hollywoodiense: divertido, pero nada realista.
No sé si algún año iré a estas fiestas. Me atraen, pero no me seduce la presencia de los morlacos. Mientras tanto, me he divertido leyendo un libro de relatos de alguien que es natural de Pamplona y que, además, conoce bien la tradición. Unos meses atrás estaba con Patxi Irurzun, que es el autor de dicho libro, y me regaló un ejemplar de sus “Cuentos sanfermineros”. Tomábamos algo en un bareto y también estaban presentes el escritor Vicente Muñoz Álvarez y un periodista. Patxi me acababa de dar el libro y se lo mostré al periodista, quien se puso a hojearlo. Luego dijo que se tenía que marchar y yo fui a la barra a pagar. Cuando volví a la mesa sucedió lo que me había olido: el reportero se había llevado mi libro. Pero Patxi, hombre precavido, guardaba un as en la manga. Es decir, que le quedaba otro ejemplar y me lo dio.
Lo primero que desata la carcajada es la fotografía de Irurzun en una de las solapas interiores. Lo conozcas o no, sabes inmediatamente que es un cachondo. En esa imagen como de fotomatón, Patxi aparece con una sonrisa de golfo y cierto cansancio en la mirada, como si estuviera mamándose en una tasca y lo hubiesen interrumpido para hacerle la fotografía. No se ha afeitado, luce barba de varios días. El cabello parece húmedo, quizá porque antes lo acaban de bautizar con champán. Y al cuello lleva anudado el pañuelo rojo. “Cuentos sanfermineros” abarca trece historias, casi todas publicadas en prensa. En ellas despunta la sorna característica de Patxi. A través de estos relatos sabemos un poco más de los Sanfermines. Está la guiri borracha de “Leaving Iruña”, que va allí a matarse bebiendo (parodia de “Leaving Las Vegas”). Está el pijo que ve las depravaciones de la fiesta como un infierno. Está el nieto que, una vez muerto su abuelo, decide pasear su cadáver en silla de ruedas por los lugares emblemáticos. Está la chica que empalma el curre con la juerga. Patxi, además, lo cuenta con un humor especial y con una prosa anclada en el realismo sucio que hace que olamos la cerveza, los orines, la sangría, las vomitonas, el sudor, los condumios de los bares, igual que si salieran sus efluvios desde las páginas.

sábado, 12 de julio de 2008

HACIENDO DEDO